Adiós al diálogo

En el apogeo de una era de influyentes redes y plataformas digitales, veloces computadoras y dispositivos inteligentes que transmiten datos instantáneos uniendo en segundos a personas y sociedades; en un mundo donde la información es poder, pero la manipulación de tal información lo es más, la comunicación no es fortaleza sino un proceso deshumanizador.

Por redes o medios para expresarnos no paramos; hay para todos los gustos. En abril pasado, durante la conferencia para desarrolladores F8, que organiza Facebook, se dio a conocer que las dos principales aplicaciones de esta compañía: Facebook Messenger (900 millones de usuarios) y WhatsApp (más de 1,000 millones de usuarios) envían cada día 60,000 millones de mensajes.

Según Excelacom, 1 minuto de internet significa más de 104,000 llamadas por Skype, 2.78 millones de videos de YouTube vistos y 547,000 mensajes enviados por Twitter. Las súper vías son asombrosas. Lo que no es tan efectivo son los superficiales contenidos que por ellas transitan. Involucrarse en vidas ajenas, vivir la inmediatez de las noticias e invadir espacios es la regla, pero mantener una conversación constructiva, colaborativa y alcanzar consensos, es la excepción. Aun tratándose de un encuentro decisivo, no escuchamos, no colaboramos, no toleramos.

En su libro Conversaciones cruciales, Joseph Grenny afirma que los seres humanos somos verdaderos maestros para evitar el diálogo crucial, sobre todo cuando los temas son difíciles y hay emociones intensas. Este autor está convencido que es en estos casos cuando mostramos nuestra peor conducta.

Así ocurre en la política y en las relaciones entre grupos sociales, líderes y naciones. En México, por ejemplo, el eterno conflicto magisterial exhibe mesas de acuerdo sin acuerdos, diálogos mudos, ciegos y sordos, en un contexto de violencia permanente.

A nivel mundial resurgen peligrosos rechazos a la comunicación genuina por parte de fundamentalistas y radicales quienes sustituyen el diálogo por balas y odios. Cada vez más se conversa mediante ofensas, intolerancia y cerrazón. La amenaza de levantar muros se cumple, pues existen muros raciales, emocionales, económicos, religiosos y más, construidos con piedras de la ineptitud para escuchar y comprender al otro. Es el mismo mal que explica por qué España no puede formar gobierno, los británicos prefieren aislarse y los norteamericanos conviven entre amor y odio.

Según Grenny, estamos mal diseñados porque no se nos prepara en las emociones para dialogar en forma satisfactoria. No sabemos por dónde empezar y carecemos de modelos reales de autodeterminación que permitan habilidades de comunicación interpersonales eficaces. “Incontables generaciones de configuración genética conducen a los humanos a manejar las conversaciones interpersonales con el puño en alto y los pies ligeros, sin persuasión inteligente ni amabilidad”.

VIVIR SOLO DE LIKES

A diferencia de Marshall McLuhan, quien acuñó la idea de “aldea global” para describir la interconexión humana a escala global generada por los medios electrónicos de comunicación y su famosa frase el medio es el mensaje, hoy sobran medios pero escasean mensajes. Conversar es necesidad humana que implica muchas habilidades, las cuales no se actualizan sólo con touchscreens, clics o likes. Urge aprender a dialogar humana y colaborativamente.