Ladrones del desempeño y la eudaimonía

Mantenerse ocupado es una forma de procrastinar cuando con ello postergamos lo que nos llevará a desarrollar la pericia o habilidad necesaria para sobresalir en nuestro ámbito y satisfacer el verdadero propósito.

¿Cuántas veces has despertado pensando que será el día para dedicarte a lo que le da sentido a tu vida? Aunque algunos le llaman propósito, pasión o ikigai, en realidad se trata de lo que nos apasiona y justifica nuestra existencia, incluidos todos los baches en nuestro camino, como diría Viktor Fankl. Pero ¿qué sucede si generalmente terminamos el día y nos encontramos abrumados por un sinsabor cada vez mayor? Atormentados por no transitar el camino que queremos por falta de tiempo y angustiados por el recordatorio siempre presente “podrías estar haciendo algo más…, algo mejor”.

Quien se quiebra la cabeza para descifrar “su pasión”, en el fondo fantasea con la posibilidad o probabilidad de vivirla. En el universo quimérico, la recompensa por conocer nuestro propósito sería un permanente estado de satisfacción y realización. En el mundo real, cualquier “trabajador del conocimiento” sabe que, para lograrlo, su enemigo número uno es el reloj. Percibimos que “el tiempo vuela”, “se va como agua”, y los años pasan “en un abrir y cerrar de ojos”. ¿Por qué ocurre esto? y sobre todo ¿qué podemos hacer al respecto?

POSTERGAMOS LO MÁS IMPORTANTE

La trampa de la productividad.

Obsesionados con incluir más actividades en nuestro calendario, usamos estrategias de time management para procurar aumentar nuestra eficacia y eficiencia, al mismo tiempo que caemos en una trampa,porque, aunque liberamos espacio en nuestra agenda, al poco tiempo, se ve igual de llena de pendientes que, parece que no ahorran nuestra energía. Contestar correos, acumular post it, scroll-ear redes sociales, atender compromisos… que a la larga impiden que avancemos en “lo importante”. Nos engañamos al creer que entre más rápido desahoguemos esos quehaceres, despejaremos el espacio necesario en nuestro calendario para lo que requiere tiempo de calidad y concentración.

Mantenerse ocupado es una forma de procrastinar cuando con ello postergamos lo que nos llevará a desarrollar la pericia o habilidad necesaria para sobresalir en nuestro ámbito y satisfacer el verdadero propósito. Por hacer otras cosas y atender otras cuestiones, dejamos de sumar las famosas “diez mil horas de práctica deliberada”, indispensables para volvernos expertos en alguna disciplina, profesión, oficio o saber. Y es que, aunque posiblemente el nombre Anders Ericcson no nos diga mucho, la mayoría hemos escuchado del concepto de “las diez mil horas”. Nuestra cultura popular ha incorporado la idea de que, para convertirnos expertos en cualquier rubro, es necesario practicar y practicar de forma concentrada, gracias al psicólogo sueco Anders Ericcson, quien, tras observar a miles de expertos en distintos ámbitos, fue el responsable de desmitificar por qué algunas personas sobresalen y otras no. Básicamente concluyó que la clave está en dedicarle un tiempo considerable de nuestra vida a una actividad, prestando atención deliberada. De poco sirve pasar tantas horas haciendo algo, si se hace de forma dispersa, esto está relacionado con otra forma común de sabotear nuestros esfuerzos: las distracciones.

Las eternas distracciones.

Hoy, la mayoría trabajamos constantemente en un estado de semi-distracción sin notarlo. La información abunda y se reproduce apresuradamente a nuestro alrededor. No es coincidencia que quienes destacan hoy, no son necesariamente quienes producen conocimiento como antes, sino los que utilizan ese saber, aprenden rápido y responden a las necesidades actuales con productos y servicios de buen nivel, de forma oportuna. Se preguntarán ¿quiénes son? Una y otra vez, la evidencia demuestra que no son quienes tienen la “atención fragmentada”, sino quienes son capaces de concentrarse. En un mundo tan competitivo, quien busca sobresalir no puede darse el lujo de distraerse. Entonces, ¿cómo evitar caer en el anzuelo de las distracciones o, en su caso, en la trampa de la improductividad?

PRESTAR ATENCIÓN A LO QUE PONEMOS ATENCIÓN

¿Qué pasaría si al organizarnos tuviéramos presente lo que más importa y nos aseguráramos de asignarle el tiempo necesario? Nuestra agenda reflejaría nuestras prioridades y sería más fácil ser congruentes y consistentes con lo que queremos, con nuestro “propósito”. Quizás suene utópico, pero es posible hacerlo prestando atención.

Si la clave está en no perder de vista el faro iluminador que nos mueve, es indispensable reflexionar sobre cómo mantener la “concentración” en un mundo de infinitos estímulos y preguntarnos ¿cómo optimizo mi trabajo, mi agenda, en un entorno propenso a interrupciones eternas? Actualmente muchos lugares de trabajo no facilitan ni propician la concentración; cada vez hay más oficinas abiertas, más mensajes, correos, redes o chats y excesos de conectividad. En ese contexto, se espera que atendamos, reaccionemos y respondamos, con premura, a la exorbitante cantidad de información y mensajes recibidos.

Hoy, quien busca enfocarse debe ser astutamente estratégico al relacionarse con las distracciones que le rodean. Pocos se pueden aislar de las distracciones por completo para trabajar, como lo hizo Michel de Montaigne, el padre del ensayo, quien se retiró de la vida pública y se encerró a escribir en su biblioteca, o Carl Jung, uno de los padres del psicoanálisis, quien construyó la Torre de Bollingen a orillas del lago de Zurich para trabajar sin distracciones. Por eso, se vuelve esencial aprender a concentrarse mejor.

APRENDER A CONCENTRARSE

¿Aprender a concentrarse? Aunque se escuche raro, la mayoría tenemos memoria de los regaños maternales o de algún maestro que nos pedía prestar atención, pero pocos podemos afirmar que nos enseñaron cómo hacerlo. Es una habilidad infravalorada, como dormir y respirar, que asumimos que hacemos adecuadamente por default; que hacemos “como Dios nos da a entender”. Hasta nos parecería raro recordarle a alguien, que “no sabe” concentrarse. Sin embargo, muchísimas personas no saben hacerlo. No saben que es una habilidad que se practica, y que existen herramientas para desarrollar esa capacidad.

¿Cómo concentrarse?Si queremos trabajar enfocados no es mala idea empezar a poner en práctica nuestra capacidad de prestar atención meditando. Ponernos creativos a la hora de planear nuestras actividades y utilizar hacks para contar con espacios, temporales y físicos, que nos permitan trabajar concentrados, y avanzar hacia nuestro propósito, eficientando otras actividades cotidianas. De hecho, deberíamos de hacerlo. Existen inmensidad de herramientas para fomentar la concentración, como el llenado consciente de planners con preguntas que nos recuerdan a diario nuestras prioridades; y otras técnicas como el principio de Pareto, que anima a que le dediquemos, al menos, el 20% del tiempo a lo más importante; o el método Pomodoro, que sugiere trabajar en intervalos de 25 minutos, sin interrupción, con descansos de 5 minutos.

Por supuesto, de poco o nada sirven esas herramientas o técnicas si empleamos el “multitasking”,que afecta nuestra capacidad de concentrarnos a largo plazo, menoscaba la calidad de nuestro trabajo e impide que desarrollemos la destreza que queremos, porque al cambiar de una tarea a otra utilizamos varios circuitos cerebrales al mismo tiempo, en lugar de uno. No caigamos en la trampa del multitasking. Además, resta tiempo, porque nuestro cerebro tarda en dejar de pensar o procesar una tarea cuando cambiamos rapidísimamente a otra: esto se conoce como “residuo de atención”.

Aunque convertirnos en guardianes de nuestra atención quizás sea lo más importante para apaciguar nuestra intranquilidad por falta de tiempo, e incluso sea el verdadero “game-changer”,también lo será,por simple que suene, reconocer que nuestro tiempo es limitado y aceptar que, para vivir con sentido, en ocasiones aunque cueste trabajo debemos decidir en contra de la gratificación inmediata y a favor de una visión: la búsqueda de la “eudaimonía”en ese simple, pero no simple bienestar basado en el desarrollo personaldel que hablaban los griegos. Es momento, hoy, de comprender el contenido, alcances y efectos de la eudaimonía. Concéntrate para intentarlo.


Fuente: Forbes México – Lee aquí el artículo original