Matar Soldados, agravio de todos

A los 21 años de edad cumplió su sueño. Corría el año 2011 cuando juró lealtad y entrega a México, jurando dar la vida, y cinco años siete meses después murió en defensa de la Patria. Cristian era Cabo de sanidad y no alcanzó a ver nacer a su hijo. Fue uno de los cinco soldados emboscados el pasado 30 de septiembre en Sinaloa y asesinados por la delincuencia organizada; por esos “enfermos insanos, bestias criminales”, como los calificó el secretario de la Defensa, general Salvador Cienfuegos.

El sacrificio de los soldados y marinos mexicanos es una historia que se repite insistentemente. Al menos ya ocurrió 114 veces en lo que va del sexenio en acciones relacionadas con desastres naturales y combate al crimen, según admitió el presidente Enrique Peña Nieto.

Muchos son los héroes anónimos de entre los más de 260 mil elementos de las Fuerzas Armadas, siendo los primeros en defender la soberanía e integridad nacional y llegar a las zonas afectadas por derrumbes, inundaciones y terremotos; entregar comida, rescatar por aire, mar y tierra, aplicar vacunas, remodelar escuelas e, incluso, destacar en los eventos más relevantes del deporte mundial -a ellos debemos 4 de las cinco medallas para México en los recientes Juegos Olímpicos en Río-.

Quizá estas contribuciones explican los resultados de la Encuesta de Confianza en Instituciones 2015 de Consulta Mitofsky. Entre 17 opciones solo 3 alcanzaron niveles de confianza alta: el Ejército entre ellas.

Consolidar instituciones es hoy tarea –casi imposible en México-. Sin embargo, las Fuerzas Armadas son sólida institución gracias a sus valores, su imagen pública, su dedicación y tiempo para lograr aceptación social, su eficacia en los objetivos, su identidad de cuerpo entre sus miembros, su capacidad de reclutamiento y su férrea disciplina y formación militar. Todas estas cualidades –hasta el momento- les generan credibilidad y confianza. Por ello resulta comprensible porque cada vez más se recurre a tales Fuerzas Armadas para encarar tareas estratégicas, esencialmente en lugares y situaciones donde el orden y la legalidad son inexistentes.

Ahí están, entre muchos otros, el capitán Max Lorenzo Sedano al frente de la seguridad pública de Acapulco; el mayor José Nabor Nava en Veracruz y el general Cuauhtémoc Antúnez en Nuevo León, entidad donde un contralmirante, Augusto de la Cruz, dirige la Agencia Estatal de Investigaciones. Asimismo, el vicealmirante Luis Felipe López Castro en la Secretaría de Seguridad Pública de Tamaulipas (el primer marino con esa responsabilidad en el Estado) y la reciente designación del capitán de fragata, Benjamín Grajeda Regalado, como titular de la División de Gendarmería de la Policía Federal.

VACÍOS

Las Fuerzas Armadas son genuino orgullo de México. En ellas todavía perdura la hierofanía militar o ideal patrio; ese máximo sentido de gratitud y amor por la Patria que impulsa a los soldados a dar la vida.

Sin embargo, políticos y gobernantes desdibujan a dicha Patria, evaporan cualquier nacionalismo, alejan al Estado de los genuinos sentimientos de la ciudadanía y extinguen la devoción patriótica, pero sin saber que sustituirá a tantos vacíos.