Democracia cibernética

¿Qué hacemos con la democracia actual?

Hace algunos días escuché una conferencia en la que el expositor, de manera un tanto disruptiva, sugería una especie de automatización de la democracia para evitar la tradicional mediación humana. Señalaba que, por ejemplo, así como en el siglo XIX se unieron los principios de operatividad de las máquinas de vapor a los telares manuales dando inicio a una “máquina” transformadora de la industria de ropa, actualmente están aconteciendo impresionantes avances en otras innumerables actividades empresariales, bajo procesos de creciente automatización e inteligencia artificial. Procesos donde cualquier ciencia ficción se queda corta.

En la conferencia del expositor César Hidalgo, se presentó un video en el que aparecían imágenes impactantes de un proceso productivo para crear smartphones que hoy día, prácticamente, prescinden de la mano de obra humana. Son industrias sumamente automatizadas dónde ya no se trata de robots supervisados por personas humanas, sino de “robots controlados y monitoreados por robots” de manera automática, a manera de personas cibernéticas. Las imágenes de los procesos productivos son impresionantes: grandes galerías de brazos mecánicos que entregan a otros brazos, también automáticos, productos que van formándose de dispositivos de metal, chips, sensores y elementos informáticos, sin que haya una sola persona humana en todo ese espacio productivo.

Cada vez hay más testimonios de seres robotizados con capacidad de crear cosas o bienes y de brindar servicios. Las tendencias actuales en materia cibernética, robótica y de sistemas automatizados surgen en todo tipo de procesos, no sólo industriales sino también sociales, comunicativos, deportivos, profesionales, de salud, terapéuticos, y en muchos otros ámbitos de la actividad humana, que llevan al conferencista a pensar en la posibilidad de “salvar la democracia” liberándola del factor que la mayoría de nosotros considera que está en el origen de todas sus crisis: las personas humanas.

¿Una quimera? Lo más probable es que sí, al menos por ahora, pues no resulta del todo imposible. Hay datos notorios de que el fenómeno o modelo democrático parece haber fallado a escala mundial. Adicionalmente, la mayor parte de los ciudadanos de los países democráticos han perdido el interés en los procesos electorales, tal como lo demuestran los bajos índices de participación “auténticamente voluntaria” en la inmensa parte del mundo, debido a que muchos se sienten o están decepcionados por el falso efecto de la “representación” política.

La representación

En efecto, la representación, como lo indica la misma palabra es un proceso de reproducción de la presencia, es decir, una persona ausente es representada por un equipo de políticos supuestamente expertos en gestión de los intereses de sus votantes. Sin embargo, los compromisos que esos representantes adquieren al margen de los intereses genuinos o auténticos de sus representados, los llevan a distraer la atención constantemente de su objetivo primordial centrándose en objetivos ajenos y distintos a los que se comprometen desde las campañas políticas y, desde luego, una vez que ocupan el cargo en el poder ejecutivo o en las cámaras o los parlamentos.

Automatización de procesos decisorios

La idea de César Hidalgo es que la forma de eliminar esas injerencias “demasiado humanas” es a través de la creciente automatización de los procesos decisorios. Al grado que piensa en la posibilidad de que algún día las personas humanas votemos por medio de una “App” o a través de una especie de “avatar personal”, como lo hacemos cuando calificamos un servicio por medio de un puntaje que aparece en nuestras screens.

Aunque quimera por ahora, porque, como lo señala el mismo conferencista que comentamos, existen muchos óbices para llevar a cabo ese cambio que, en última instancia conlleva una migración creciente, aunque paulatina, de la democracia indirecta a la democracia directa, en la que los ciudadanos voten sin necesidad de que haya una negociación previa en el parlamento o sin que “medien otros”. También es quimera, insistimos, por ahora, porque el Internet no se ha convertido aún en una especie de “Noósfera” o campo cognitivo del que todos participemos. Hay aun quienes, por pobreza, por edad, por rezago cultural y por muchas otras razones, no participan en la Red ni usan las “Apps” y son ajenos a la tecnología.

Sin embargo, en muchos países no deja de ser sugerente que de manera creciente y recurrente se sustituyan las consultas populares por Apps o mecanismos cibernéticos de participación, lo cual es menos caro y aparentemente más efectivo. Esa noósfera cibernética que, aunque muchos de nosotros no veremos por ahora, lo más seguro y cierto es que sí la verán nuestras hijas e hijos, sobre todo si hoy damos cabida, al menos en estos ensayos, a la futura e inminente democracia directa automatizada.

Adiós democracia indirecta; hola democracia directa

Mientras tanto, los ciudadanos no podrán liberarse de los representantes o mediadores políticos de carne y hueso, es decir, poseedores de una inteligencia y voluntad humana capaz de negociar las decisiones en su nombre y su “representación”, pero tampoco podrán liberarse de un sistema emocional que fácilmente les distrae la atención y los lleva a actuar más por esas tendencias básicas (algoritmos) que por razones objetivas.

No sobra decir, que debemos dar formal inicio a la automatización de la democracia y, a la par, continuar en nuestra lucha por abatir esa “distracción” que lleva a los representantes públicos a dejar lo esencial por cuestiones incidentales ya sean de naturaleza más bien personal, o muchas veces personalísima. Cuando decimos “dejar lo esencial”, nos referimos a la auténtica ética política, que se centra todavía hoy en el comportamiento netamente humano, y en el cumplimiento –supuestamente– cabal de los compromisos de la representación política (democracia indirecta) que seguirá siendo hoy por hoy, aparentemente, la mejor solución a los problemas de la democracia. Al menos mientras desarrollamos los procesos de automatización decisional.

Debate mundial y futuro inmediato

¿Será posible en un futuro cercano incluir como sujetos de responsabilidad legal a las personas cibernéticas? El Derecho, hoy en día, regula solamente a las personas físicas (con inteligencia y voluntad humana) y a las personas jurídicas (con inteligencia y voluntad organizacional), pero el debate se intensifica para decidir cómo incluir próximamente a un tercer tipo de persona: a la persona cibernética (con inteligencia y voluntad artificial). Aunque se dude, este tema ya no será exclusivo de la ciencia ficción, sino será importante analizar el contenido, los alcances y efectos de “lo artificial” en infinidad de procesos, incluidos los democráticos.

Reaparece en el mundo el dualismo entre derecho y poder. En este contexto se enmarcan los “soberanos” y las emergentes “soberanías” que rigen la actual geopolítica. Bienvenidos los pragmatismos de la posición decisionista. Pero ojalá no surja un “decisionismo a ultranza” que imponga el pragmatismo político de aquella antigua frase que reza: “la democracia es buscar el apoyo popular a una decisión ya tomada por una persona o un grupo muy compacto de personas”.

La inteligencia artificial aplicada a diversos temas, por ejemplo, a la salud, trae nuevos desafíos éticos que se deben abordar de forma apremiante, desde el manejo de datos hasta nuevos desarrollos para el diagnóstico y tratamiento. En ese sentido, resulta inmenso el desafío en la aplicación de los procesos democráticos.

Seremos testigos del acaloramiento, no sólo del calentamiento global, sino del debate de la novedosa megatendencia regulatoria mundial para automatizar los procesos de la muy vituperada democracia política.


Fuente: El Semanario, consulta el artículo original aquí