Decisiones ante la crisis

Dicen los que saben y los que han sabido, como Albert Einstein, que las crisis son ocasión idónea para reavivar la creatividad, redefinir estrategias y enmendar caminos; siempre y cuando se afronten con la actitud adecuada, prontitud y eficacia. De lo contrario, las consecuencias serán funestas. Sobrevivir bien o morir mal, esa es la cuestión.

Las crisis llegan siempre, tarde o temprano: accidentales, provocadas por cercanos o delincuentes, consentidas, llenas de irresponsabilidad o negligencia, por acción u omisión. Sus implicaciones y alcances van desde lo personal, familiar, empresarial, social, regional, nacional y global.

Por ejemplo, en adición a la guerra cibernética mundial, la escalada bélica de Corea del Norte y la amenaza nuclear ensombrece al mundo. El poderoso presidente ruso, Vladimir Putin, ha advertido que esta “histeria militar” puede causar una “catástrofe planetaria”.

Otra cara de la crisis se ubica en los movimientos anti-establishment que han roto estereotipos y provocado atípicos nacionalismos emergentes. La llegada de Trump representa cambios geopolíticos para México e incertidumbre generalizada, como el programa DACA que mantiene en jaque a más de 800 mil dreamers. Todo esto ocurre mientras los conflictos internos en nuestro país se agravan en todas partes y a todos los niveles; el contexto del proceso electoral 2018 parece más una guerra de guerrillas política con severos daños colaterales a la ciudadanía.

En situaciones de crisis un minuto o hasta unos segundos pueden ser determinantes para resolver un problema, agravar la situación o perder el control. Manejar una crisis no consiste en enfrentarla, sino en afrontarla inteligentemente.

Las crisis no solo se originan por causas humanas, sino también por la naturaleza. Extinciones masivas de especies y ecosistemas, agravadas por el calentamiento global, aumentan inundaciones, sequías y destrucciones de cosechas, cada vez más frecuentes y severas. Harvey en Texas, Irma en el Caribe, entre interminables feroces fenómenos naturales con lamentables saldos rojos.

El sociólogo alemán Max Weber señaló que cuando un conflicto alcanza límites inaceptables, se desencadena un movimiento transformador que se opone a la sola utilización de procedimientos burocráticos. Pese a su idoneidad para responder a las necesidades cotidianas que se supeditan al cálculo en determinados momentos -especialmente en situaciones de crisis- las sociedades reclaman algo más que el mero control de la cotidianidad.

Ya son demasiados los focos de alarma que confirman que en México se han excedido los límites solucionables por la sola utilización de inútiles procedimientos burocráticos. Terrible realidad para tener muy presente, pues muchas crisis fuera del control pueden devenir en violencia generalizada y en populismos de derecha o de izquierda.

La sobrevivencia o el caos de la nación mexicana, en el ámbito de su incumbencia, depende de los actuales líderes, de la calidad de data o información, de cómo se conducen los procesos y subprocesos y, a fin de cuentas, de cómo reaccionará el sistema en el poder.

PERDER A MÉXICO

No solo se trata de salvar reputaciones insalvables ni de esconder fortunas descaradas, las sociedades reclaman algo más que el control de la cotidianidad. Urge enfocarnos en la búsqueda de soluciones eficientes al servicio del bien común.


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