Envejecer a la mexicana

Saber envejecer —decía el filósofo suizo Henri-Frédéric Amiel— es la obra maestra de la vida. Poder envejecer con dignidad —diría un mexicano— es una de las faenas más dificultosas de la existencia.

Dos son los fenómenos que en el país convergen con la fuerza necesaria para confirmar que nuestra sociedad envejece y se acerca a situaciones de alarma: 1) el aumento de la esperanza de vida (74 años vs los 34 de 1930) y 2) una pirámide demográfica transformada por una menor fecundidad. El resultado es una creciente población longeva que demanda trabajo, servicios de salud, derechos e ingresos dignos.

En 1930, el grupo de adultos mayores en México no llegaba al millón de personas. Ocho décadas después, según el Inegi, que actualmente preside Eduardo Sojo, el número de mujeres y hombres de este segmento se había elevado a 10.1 millones. Cuatro de cada 10 están concentrados en el Estado de México, Distrito Federal, Veracruz, Jalisco y Puebla.

La existencia de una Ley de los Derechos de las Personas Adultas, de un Instituto Nacional para las Personas Adultas Mayores, de subsidios y apoyos menores, a veces populistas, no son suficientes y obligan a millones de ciudadanos a buscar sus propias estrategias de sobrevivencia, a aprender el arte de envejecer a la mexicana:

—Sólo 26% de las personas mayores de 60 años en el país cuenta con pensiones del IMSS, ISSSTE y otras instituciones.

—Los apoyos económicos del gobierno son menores a 600 pesos mensuales. En el Distrito Federal superan 1,000 pesos.

—De la población de la tercera edad en activo, 74.3% tiene que trabajar en el mercado informal, con sueldos menores y sin prestaciones (Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo).

—Las opciones de educación y cultura son escasas. En el DF la Universidad de la Tercera Edad (UTE) ha sido una idea bien aceptada, pero con una oferta superada por la demanda.

—Muchos adultos mayores enfrentan un doble desafío porque también pertenecen a otros grupos vulnerables (indígenas, mujeres, discapacitados).

Y lo que viene es más preocupante. Para el 2050, uno de cada cuatro mexicanos será anciano, con el respectivo impacto en la economía y en la sociedad. Urgen respuestas concretas y correctas.

Para responder a estos retos, nosotros tenemos menos tiempo que otras naciones más desarrolladas que han ajustado paulatinamente sus estrategias. En Japón, el país más viejo del mundo, donde uno de cada cuatro habitantes tiene más de 65 años, los adultos mayores cuentan con seguros y sistemas de atención médica garantizada y una pensión nacional además de subsidios de transporte y bolsas de trabajo. Y en Alemania, uno de los países más longevos de Europa, hay un sistema de protección básica que cubre las necesidades esenciales de este segmento de población.

ASUNTO DE JUSTICIA

Muchos lo advierten, el papa Francisco entre ellos: “Tantas veces pienso que cometemos una injusticia con los ancianos cuando los dejamos de lado, como si no tuviesen nada que aportar. Tienen la sabiduría de la vida, de la historia, de la patria, de la familia”.

No olvidemos que el respeto a los mayores y la obligación de garantizar sus derechos es asunto de justicia social y de justicia básica.