Apéndice político

En forma coincidente con el proceso electoral 2018, el Partido Verde enfrenta una profunda bifurcación: seguir en su zona de confort o impulsar una genuina agenda con autonomía propia


Además del Guadalupe-Reyes y los aguinaldos, la concentración de los políticos está enfocada en agendas impregnadas de sinsabores y malos olores del proceso electoral 2018, el más complejo de la historia reciente de México.

El ambiente político se exacerba con alianzas, simulaciones y traiciones. Aspirantes y partidos tejen acuerdos y estrategias para obtener o mantener el poder. Pero este desafío involucra a los grandes partidos de siempre, y presiona a los pequeños quienes, conscientes de su papel, buscan crecer o sobrevivir.

En este incierto contexto, el Partido Verde Ecologista de México (PVEM) está debatiéndose entre su tradicional dependencia, y una eventual emancipación para su incipiente independencia. Su experiencia de más de 30 años en contiendas electorales, su posición como cuarta fuerza nacional por el número de representantes en el Congreso y su talento negociador, lo llevó a ganar elecciones presidenciales a la sombra del PAN y luego del PRI. Solo el PVEM sabe en qué consistió su ganancia, pero la percepción social los identifica como un partido comparsa, destinado a desempeñar siempre un rol secundario.

En forma coincidente con el proceso electoral 2018, el Partido Verde enfrenta una profunda bifurcación: seguir en su zona de confort o impulsar una genuina agenda con autonomía propia. Hoy los vientos políticos empujan a esta segunda opción; adicionalmente cuenta con el respaldo de una atractiva marca que lo compromete y le brinda una espléndida oportunidad para fijar agenda nacional, más allá de lo ambiental. Es una alternativa real para enfrentar “de tú a tú” a cualquiera de los otros partidos, incluidos los que han monopolizado su política nacional. El Verde debe, primero, engrandecer la buena muestra que están dando los tres aspirantes a abrir el proceso de selección de su dirigencia a la ciudadanía; segundo, lograr una renovación de su dirigencia con un perfil que dé prioridad a la fuerza verde.

Nótese como muchos miembros y líderes del PVEM gastan más tiempo y energía hablando solo del PRI, que de su propio partido. Con independencia de alianzas o coaliciones, resulta lamentable que aspirantes a dirigir al Verde pongan al PRI en el centro de su discurso, pero anima que otros reconocen la necesidad de buscar una identidad política propia. Mientras la diputada Beatriz Manrique afirma que los partidos no deben ir a coaliciones como acompañantes mudos ni depender de otra organización para existir; el también diputado Arturo Álvarez sostiene que el PVEM no debe desdibujarse, y el senador Carlos Puente, actual dirigente del PVEM, se niega a ir a una alianza a ciegas. Con este ánimo, con cualquiera que resulte ganador (a), tendrán la oportunidad de renovar al Partido como protagonista auténtico de la escena nacional.

A nivel federal, quizá es pronto para que los verdes vuelen solos y seguirán siendo apéndice del PRI, pero en ámbitos locales las cosas son distintas: ahí está Guanajuato, donde el PVEM es tercera fuerza consolidada y segunda por población gobernada.

OJALÁ

El PVEM vive un momento histórico. Ojalá adviertan su gran potencial, en todos los sentidos; ojalá logren una verdadera dirigencia, consciente de las palabras del dramaturgo francés Pierre Corneille: “El que elige mal para sí, elige mal para el prójimo”.


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